Una conversación que se
dio en el chat en los días pasados fue acerca de estas raras coincidencias que
se dan por ejemplo, cuando escuchas una canción y esta te trae imágenes de
situaciones que no se relacionan en nada, o cosas por el estilo.
Cada uno de nosotros creo que habrá
experimentado alguna vez cualquier clase de estas coincidencias. Los sabios
matemáticos las justifican como acontecimientos que se deben nada más a la
casualidad, pero hay quienes les atribuyen causas más profundas, ya que algunos
de los casos más extremos parecen desafiar toda lógica y resulta imposible
atribuirlos a la mera suerte. Qué son las
coincidencias? ¿Contienen estas un mensaje escondido dirigido a nosotros? ¿Qué
fuerza desconocida representan? Sólo en nuestro siglo se han sugerido algunas
respuestas convincentes, pero son respuestas que chocan con las propias raíces
de la ciencia. Ello hace que nos preguntemos: ¿existen poderes en el Universo
de los que no tenemos todavía un conocimiento preciso?
Una
serendipia según la Wikipedia (Si, otra vez usé la Wiki), es un
descubrimiento o un hallazgo afortunado e inesperado que se produce cuando se
está buscando o haciendo otra cosa distinta. También se puede referir a la
habilidad de un sujeto para reconocer que ha hecho un descubrimiento importante
aunque no tenga relación con lo que busca. En términos más generales se puede
denominar así también a la casualidad, coincidencia o accidente.
En
la historia de la ciencia son frecuentes las serendipias. Por ejemplo, Albert
Einstein reconoce esta cualidad en algunos de sus hallazgos. También existen
casos de serendipias en obras literarias, cuando un autor escribe sobre algo
que ha imaginado y que no se conoce en su época, y se demuestra en un futuro,
sin conocimiento previo, que eso existe tal y como lo definió el escritor, con
los mismos detalles.
Los
primeros cosmólogos creían que el mundo se mantenía unido por una especie de
principio de totalidad, o sea todos formamos parte de todo y todo de todos,
¿Entendieron?, bien, porque yo no.
Hipócrates, conocido como el padre de la medicina,
que vivió aproximadamente entre 460 y 375 A.C., creía que el Universo estaba
unido por unas coincidencias ocultas, y escribió: “Hay un movimiento común, una
respiración común, todas las cosas están en solidaridad las unas con las
otras.” Según esta teoría, la coincidencia se daría cuando dos elementos
coincidentes se buscan el uno al otro.
La primera persona que estudió las leyes de la
coincidencia científicamente fue el doctor Paul Kammerer, director del
Instituto de Biología Experimental de Viena. Desde que tenía veinte años,
empezó a escribir un diario de coincidencias (Lo cual suena bastante
interesante de hacer).
Muchas de estas coincidencias eran pendejaditas,
como nombres de personas que surgían inesperadamente en conversaciones
separadas o una frase de un libro que se repetía en la vida real y cosas así por
el estilo.
Durante horas, Kammerer permanecía sentado en los
bancos de los parques tomando nota de la gente que pasaba, anotando su sexo,
edad, vestido, y si llevaban bastones o paraguas. Después de haber considerado
detalles tales como la hora pico, el tiempo y la época del año, descubrió que
los resultados se clasificaban en grupos de números, algo muy similar a la
forma de trabajar que usan los estadísticos, los jugadores, las compañías de
seguros y los organizadores de encuestas.
El nombró a este fenómeno “Serialidad”, y en 1919
publicó sus conclusiones en un libro titulado La ley de la serialidad (Nombre
bastante original). En este se afirmaba que las coincidencias iban en serie, es
decir, se producía una repetición o agrupación dentro del tiempo y el espacio,
en base a cuestiones nada relacionadas entre si, por ninguna razón lógica.
Sugirió también que la coincidencia era solamente la
punta de un iceberg dentro de un principio cósmico muchísimo más grande, que la humanidad apenas empieza
a descubrir.
Pero de todos los pensadores contemporáneos, nadie ha tratado más extensamente la teoría de la coincidencia que Arthur Koestler, quien describe este fenómeno como: Los chistes del destino.
Un chiste particularmente sorprendente es uno que le fue relatado a Koestler por un estudiante inglés de doce años llamado Nigel Parker (Recuerden ese apellido…Parker): Hace muchos años, el autor de historias de terror norteamericano, Edgar Allan Poe, escribió un libro que se llama El relato de Arthur Gordon Pym. En esta historia ficticia, el señor Pym viajaba en un barco que por esas cosas de la vida, naufragó. Los cuatro supervivientes pasaban muchos días en un bote antes de decidirse a matar y comerse al cocinero, cuyo nombre era Richard Parker. Años después, en 1884, el primo del bisabuelo del estudiante, resulta que coincidentemente fue el cocinero de un barco llamado Mignonette, y pues si, como ya lo habrán supuesto, este barco se hundió, y cuatro sobrevivientes navegaron a la deriva en un bote durante muchos días. Finalmente, los tres miembros mayores de la tripulación mataron y se comieron al cocinero. Su nombre era Richard Parker exactamente igual al cocinero de la historia de Poe.
Pero de todos los pensadores contemporáneos, nadie ha tratado más extensamente la teoría de la coincidencia que Arthur Koestler, quien describe este fenómeno como: Los chistes del destino.
Un chiste particularmente sorprendente es uno que le fue relatado a Koestler por un estudiante inglés de doce años llamado Nigel Parker (Recuerden ese apellido…Parker): Hace muchos años, el autor de historias de terror norteamericano, Edgar Allan Poe, escribió un libro que se llama El relato de Arthur Gordon Pym. En esta historia ficticia, el señor Pym viajaba en un barco que por esas cosas de la vida, naufragó. Los cuatro supervivientes pasaban muchos días en un bote antes de decidirse a matar y comerse al cocinero, cuyo nombre era Richard Parker. Años después, en 1884, el primo del bisabuelo del estudiante, resulta que coincidentemente fue el cocinero de un barco llamado Mignonette, y pues si, como ya lo habrán supuesto, este barco se hundió, y cuatro sobrevivientes navegaron a la deriva en un bote durante muchos días. Finalmente, los tres miembros mayores de la tripulación mataron y se comieron al cocinero. Su nombre era Richard Parker exactamente igual al cocinero de la historia de Poe.
A veces ocurren coincidencias que parecen vincular
casi caprichosamente situaciones extremas, como el caso a continuación. El 15
de Septiembre de 1958, un tren procedente de Nueva York se precipitó en la
bahía de Newark, hubo 48 víctimas fatales y como es de esperarse muchos
periodistas cubrieron la noticia. Una foto que apareció en la primera página de
un periódico mostraba el último vagón en el momento de ser extraído, con el
número 932 claramente visible a un lado. Ese día, el número 932 salió en el
sorteo de la lotería de Manhattan, proporcionando cientos de miles de dólares
de ganancia a las muchas personas que, presintiendo un significado oculto en el
número, habían apostado por él.
En otros casos, las coincidencias son casi
perfectamente repetitivas, como si estas se trataran de un presagio o una
historia que se reescribe una y otra vez.
Ése fue, ciertamente, el caso de tres barcos, el Titan, el
Titanic y el Titanian. En 1898, el escritor
norteamericano Morgan Robertson publicó una novela acerca de un gigantesco
trasatlántico, el Titan, que
se hundía una fría noche de abril en el Atlántico, después de chocar con un
iceberg en su primer viaje.
Catorce años después, en uno de los peores desastres marítimos de la historia, el Titanic se hundía en una fría noche de abril en el Atlántico, después de chocar con un iceberg y también en su primer viaje.
Catorce años después, en uno de los peores desastres marítimos de la historia, el Titanic se hundía en una fría noche de abril en el Atlántico, después de chocar con un iceberg y también en su primer viaje.
Si a estos dos casos, le agregamos la extraordinaria
historia del Titanian, las
coincidencias comienzan a desafiar toda posibilidad. El tripulante de este
navío, William Reeves que estaba de guardia una noche de abril de 1935, durante
un viaje entre el Tyne y Canadá, tuvo un presentimiento. Cuando el Titanian llegó al lugar donde se
habían hundido los otros dos barcos, la sensación era insoportable. Pero ¿podía
Reeves detener el barco sólo por un presentimiento?.
Una coincidencia más lo decidió: William había
nacido el mismo día del desastre del Titanic. «¡Peligro avante!», gritó al
puente. Las palabras apenas habían salido de su boca cuando un iceberg apareció
de la nada, en medio de la oscuridad. El
barco logró evitarlo casi milagrosamente.
¿Cuántas preguntas sin respuesta te ha suscitado escuchar este caso? Interrógate sobre las casualidades que te hayan ocurrido en la vida, y tal vez empieces a ver el mundo de otra manera; o lo que es lo mismo, a entender tu propia vida y sus circunstancias desde otra óptica. No te pedimos que renuncies a la lógica, sino que completes tu visión de la realidad con estos otros datos difíciles de etiquetar, pero que de forma misteriosa humanizan el universo en que nos ha tocado vivir.
¿Cuántas preguntas sin respuesta te ha suscitado escuchar este caso? Interrógate sobre las casualidades que te hayan ocurrido en la vida, y tal vez empieces a ver el mundo de otra manera; o lo que es lo mismo, a entender tu propia vida y sus circunstancias desde otra óptica. No te pedimos que renuncies a la lógica, sino que completes tu visión de la realidad con estos otros datos difíciles de etiquetar, pero que de forma misteriosa humanizan el universo en que nos ha tocado vivir.
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